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En el verano de 2009 tuve la oportunidad de hacer, a lo largo de varias sesiones, una serie de fotografías sobre el traslado de las piezas de la colección del Museo Nacional Colegio de San Gregorio desde el Palacio de Villena, donde habían permanecido durante los últimos años, a su sede actual, recién restaurada. Conocía bien la colección, que vi de pronto como un conjunto de objetos en tránsito, en un entorno provisional y extraño distinto al acostumbrado. Fotografié lo que existía entonces, a la vista de todos los que participaron en el traslado: formas y figuras, bultos aislados, cajas, fardos que sólo tenían cualidades físicas y materiales. Era una mudanza.
(c) Iñigo Aragón
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(c) Iñigo Aragón
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¿Cómo afecta el contexto al contenido? ¿Qué sucede cuando una pieza cuya lectura es habitualmente unívoca está fragmentada, velada o semioculta? ¿Qué ocurre con el mensaje cuando hay interferencias en el medio? Es difícil pensar en obras de arte más directas que, por ejemplo, el Cristo Yacente de Gregorio Fernández, que –al igual que muchas otras piezas de este museo- es todo función, sólo función: un vehículo para inflamar la fe. Pero, ¿qué queda de ese objetivo cuando la obra está en un espacio indefinido, envuelta en plástico, muda? No tengo respuestas, pero sospecho que la fuerza de las piezas de esta colección en tanto imágenes no sólo no se mitiga cuando hay elementos que obstruyan o nublen su visión, sino que tal vez se intensifica. He fotografiado piezas tridimensionales como si fueran planas, pinturas como si fueran relieves y detalles como si fueran motivos principales. He fotografiado las obras en sus momentos de más fragilidad y despojamiento, cuando ningún espectador debería verlas, cuando más podrían haberse parecido –en teoría- a cualquier otro objeto. Y sin embargo, tengo la impresión de haberlas fotografiado cuando sólo eran ellas mismas.
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